Hace unos días nos desayunábamos con que las renovables elevaban el «informe Fabra» a la CNMC para meter presión a las eléctricas. Las desavenencias, que vienen de lejos, han pasado de un estado anterior de “guerra fría” al actual conflicto abierto.
Todo nace con el crecimiento de las energías renovables en este país, al acaparar estas una parte del mercado de generación que tenían las eléctricas en exclusividad. Al principio no les molestó demasiado, pues incluso invirtieron en grandes parque eólicos sacando provecho de la nueva situación. Estos parques eólicos necesitaban grandes inversiones, nuevas infraestructuras eléctricas y daban imagen de empresa responsable con el medio ambiente, todo ello muy apetecible para una gran empresa. Todo esto, unido a que sacaban un buen beneficio, lanzó a las eléctricas a instalar renovables, lo que mantuvo una paz inicial entre ambos sectores.
Las primeras escaramuzas llegaron con la fotovoltaica. Esta energía es muy peculiar, pues al poder instalarse en muy pequeña escala, empezaron a crecer como setas en la geografía española, promovidas por cualquier hijo de vecino (donde las paneles solares y placas empezaban a comercializarse). En este punto hay un antes y un después en la historia del sector eléctrico de este país. Por primera vez, las eléctricas no controlaban la gran parte del negocio.
En los siguientes años, se produjo un aumento del déficit de tarifa en el sector, y las compañías eléctricas no dudaron en salir a los medios a demonizar a las energías renovables y a culparlas de todos los males del sector. Se indicaba que el aumento en primas a las energías renovables era el causante del déficit.
Poco pudieron hacer en ese momento las asociaciones renovables con sus informes de impacto, indicando cuan beneficiosas eran para la sociedad y cómo su coste económico era mucho menor al beneficio que reportaban. Beneficios en el control del precio del mercado eléctrico, dado que incluía una competencia muy fuerte a las plantas tradicionales, beneficios de ahorros de emisiones de CO2, creación de empleo, ingresos por impuestos, etc.
Aun así, el mensaje de las eléctricas, con sus millones de publicistas, consiguió calar en el subconsciente popular, originando una rebaja brutal en la retribución que estas plantas percibían para así, supuestamente, mejorar el déficit de tarifa del sistema eléctrico.
Ahora la sociedad se ha plantado, ha dicho no, y las asociaciones, tanto empresariales como de ciudadanos, están presionando en todos los ámbitos para que se reconozca la verdad. Una verdad tan simple como que las Energías Renovables no tienen la culpa del déficit de tarifa, y que el sistema alcanzó una deuda de 30.000 millones de euros porque se ha gestionado nefastamente el sistema, a favor totalmente de los beneficios de las grandes eléctricas. Porque se han reconocido unos costes a unas compañías eléctricas por encima de la realidad, porque se le han regalado millones en la moratoria nuclear, en la transición a la competencia y en dejarles explotar unas centrales sin competencia (como son las nucleares e hidráulicas) en unas condiciones ventajistas durante casi 20 años.
Diversas demandas cifran el extra coste de estas ineficiencias, o por decirlo de una manera sencilla, el total del dinero que hemos regalado a las compañías eléctricas, en 80.000 millones de euros.
Cada uno que opine lo que considere adecuado, pero a mí no me engañan más, señores presidentes ejecutivos de las grandes compañías eléctricas de este país: LAS ENERGÍAS RENOVABLES CREAN COMPETENCIA Y ABARATAN EL SISTEMA, NO SON UN COSTE, SON LA SOLUCIÓN.